Sus razones para pintar:
En el castillo de Osnabrück, en su época de estudiante, un pianista tocaba a puertas cerradas el tercer movimiento de la sonata Claro de luna de Beethoven (presto agitato). Aquella música lo conmovió; por eso comenzó a tocar piano.
En sus estudios de arte, conoció los cuadros de mujeres que había pintado Modigliani y se sintió conmovido por su secreta belleza y simplicidad.
Se enamoró de aquellos cuadros; comenzó a pintar.
¿Él quería ser un gran pianista o un gran pintor?
No, no quería serlo, pero sí quería adquirir la capacidad de que las más profundas experiencias y vivencias de su alma pudiesen plasmarse en algo real.
Por eso toca el piano y por eso pinta.


¿Por qué la pintura al pastel?
Considera que el pastel es un medio hecho a la medida para él, tanto más así porque piensa que las pinturas al pastel, respecto a las pinturas al óleo, son ciertamente diferentes pero de igual valor en su expresión. Eing ha logrado compensar la atenuación del efecto cromático mediante la determinación de conservar la frescura original de los colores. La pintura sobre un sustrato firme (cartón de fibras de madera) y la tirantez resultante proporcionan a la expresión una suave emanación luminosa. Los cuadros no precisan vidrio.

La forma como él pinta:
La idea no está predeterminada. Él se crea oportunidades para conseguirla. En el proceso de creación de la pintura, en el transcurso de las múltiples decisiones incidentales de índole ética y estética, siguiendo la pauta de una limpieza interna de materiales, él busca hasta encontrar la mejor interioridad de sí mismo. Conoce la fascinación de la representación de mundos extraños y abismos, la fascinación por lo grotesco, lo infernal, etc. También ese mundo está en su interior. En ocasiones ese mundo le amenaza y le ataca.

No obstante, él prefiere las intuiciones del amor y los presagios del deseo, porque considera que esos sentimientos se orientan más hacia lo esencial de nuestra existencia y le dan sentido.

El surrealismo es para él la expresión de un amor sobrenatural desmaterializado y no la expresión de sentirse perdido en un mundo donde reina el absurdo y la falta de sentido.

Para comprender mejor sus cuadros:
Los cuadros no son representaciones de la naturaleza sino estructuras y proyecciones del alma. Por eso la representación de la mujer es más un organismo que refleja mejor la realidad psíquica y estética de la mujer y aparece liberado de su peso natural.
El rostro casi siempre ocupa el espacio central. Los ojos a menudo cerrados o casi cerrados son resaltados en ocasiones con trazos más gruesos que confluyen hacia ellos. Más que un órgano de la vista, los ojos son la expresión de una orientación existencial interna. Son a la vez percepción interna y manifestación externa.

Lo mismo puede decirse de los grandes espacios sobre los ojos que dejan entrever los grandes dominios y procesos interiores.

No quisiéramos explicar aquí el papel especial que representan los exuberantes labios en sus cuadros. Quizá el observador quiera sentirlo por sí mismo. Sin embargo, él cree que la sombra de lo erótico que puede encontrarse prácticamente en todos sus cuadros apunta casi en su totalidad hacia lo espiritual.

Él ama las líneas largas trazadas como expresión de su propia libertad interna.
Un profesor jubilado de arte de Nepal, quien consideraba que muchos de los cuadros de Eing se aproximaban al arte indio, afirmó que sus líneas eran como música.

Eing dijo una vez que es bastante sorprendente que ninguno de los observadores del futuro tenga la realidad psíquica del pintor y que, por tanto, cada cuadro se encuentre siempre con realidades extrañas. Es comprensible que esas imágenes demuestren ser inaccesibles para muchos.

No obstante, para Eing es causa de perplejidad la experiencia de que haya seres humanos para quienes la contemplación de sus cuadros sea una experiencia mucho más importante que para él mismo.

Le hace feliz saber que existe un entendimiento en medio de una maravillosa diversidad